5 de febrero de 2003

El triste caso del regio más chupador (o “la dosis hace el veneno”)

Por Martín Bonfil Olivera
(Publicado en Humanidades,
periódico de la Coordinación de Humanidades de la UNAM,
el 5 de febrero de 2003)

A finales del año pasado se publicó en el diario Reforma (27 de diciembre de 2002) una historia que merece pasar a formar parte de la amplia enciclopedia de la estupidez humana. O quizá de recibir uno de los prestigiados premios Darwin (www.darwinawards.com/), que se otorgan -muchas veces póstumamente- a aquellas personas que se distinguen por su capacidad para eliminarse a sí mismos en la lucha por la existencia, contribuyendo así a la selección natural que elimina a los menos aptos.

El caso consiste en lo siguiente: en una discoteca de Monterrey, Nuevo León, llamada Vat Kru (vaya usted a saber el porqué del nombrecito), los conductores del programa televiso de televisión “No te equivoques” organizaron un concurso para encontrar “al regio más chupador” (bueno, el periódico era más educado y decía “al regio que toma más tequila”).

El afortunado ganador fue un joven de 19 años, Marco Israel López Vargas, quien demostró sus habilidades –y su escasa inteligencia- bebiéndose la escalofriante cantidad de ¡40 tequilas! (Para un abstemio como un servidor, la hazaña parece tan imposible como consumir 40 huevos cocidos uno tras otro y sin tomar agua.)

Pero como usted imaginará, la historia no terminó ahí. Después de ganar el concurso, el joven llegó –seguramente con más que un poco de ayuda de sus amigos- a su casa en la madrugada del domingo y se durmió. A la mañana siguiente, su padre, Martín López Huerta, intentó despertarlo sólo para descubrir que estaba muerto. Ya imaginarán ustedes la angustia del padre, quien pedía (no muy perspicazmente; la inteligencia tiene un componente hereditario) “que se esclarezcan los hechos y me digan de qué murió mi hijo”.

Y precisamente ese es el punto de esta nota: cualquier persona medianamente sensata debería (sí, debería) saber que tomar un exceso de alcohol puede ser mortal. En particular, quienes organicen un concurso de tomar alcohol deberían tener claro cuál es la dosis letal de esta sustancia, y saber al menos aproximadamente cuánto alcohol contiene cada copa, de manera que pudieran establecer un límite de seguridad para evitar precisamente lo que sucedió con el joven Marco. (Para ser justos, habría que señalar que Tony Dalton y Kristoff, los conductores del programa, niegan haber organizado un “concurso”. “Qué es para ti un concurso? Porque nosotros no hacemos concursos, güey, digo, había unas niñas y eso sí, mas, bueno, tampoco es un concurso, y dijimos que la que bailara más sexy le regalábamos la entrada, ya sabes. Pero no fue concurso, básicamente no fue un concurso de que ‘eh, esto es un concurso’, ya sabes”, afirmó con gran lucidez Kristoff. Dios los cría y ellos se juntan, añade este relator.)

De hecho, se trata de un caso extremo de falta de cultura científica (en particular, de cultura química, tan despreciada por... bueno, supongo que por todos los que no son químicos). En mi opinión, todo mundo debería saber un principio importante: que cualquier sustancia, en dosis suficientes, puede resultar tóxica. En otras palabras, como lo expresa un certero dicho, “la dosis hace el veneno”.

¿Qué es un veneno? El diccionario lo define como una sustancia que, introducida o aplicada al cuerpo en poca cantidad, causa la muerte o trastornos graves. Por supuesto el chiste es saber cuánto se considera “poca cantidad” (o como dice otro dicho, “qué tanto es tantito”). Quizá por eso los químicos preferimos hablar de “sustancias tóxicas” y decir que hay grados de toxicidad.

Existen sustancias capaces de matar a un humano de 70 kilos que consuma menos de 700 microgramos de ellas (o sea, menos de un miligramo). Se trata de las biotoxinas, los venenos más potentes que existen. Dos ejemplos son la toxina botulínica, producida por la bacteria Clostridium botulinum, y la ricina, que puede obtenerse de la semilla conocida en inglés como castor bean y cuyo nombre no he logrado averiguar en español.

Existen también sustancias “supertóxicas”, que son mil veces menos tóxicas que las biotoxinas (70 miligramos se requieren para matar a nuestro sujeto de 70 kilos), como los agentes neurotóxicos y la atropina. Luego siguen las sustancias “muy tóxicas” (cianuro, ciertas toxinas producidas por hongos y ¡la vitamina D! Dosis letal para nuestro sujeto: 3 y medio gramos); las “moderadamente tóxicas” (35 gramos resultan mortales; insecticidas organofosforados, barbitúricos) y las “ligeramente tóxicas”, que incluyen a los disolventes comerciales y, sorprendentemente, a la aspirina (aunque tendría usted que consumir hasta 350 gramos de aspirina para suicidarse, si no le perfora antes el estómago... lo cual, desde luego, igual resulta mortal).

Las sustancias cuya dosis letal es mayor que 350 gramos se consideran inofensivas. Pero, ¿lo son en realidad? Para todo fin práctico sí, pero lo notable es darse cuenta de que toda sustancia tiene una dosis letal: “la dosis hace el veneno”. La vitamina D, por ejemplo, es indispensable para nuestra vida, pero un exceso la convierte en mortal. En el otro extremo, la toxina botulínica, cuyo uso por terroristas sería una catástrofe, se usa en clínicas de belleza, en dosis exquisitamente controladas, para eliminar (por unas semanas o meses) las arrugas de los rostros de mujeres que se niegan a dejar de ser bellas.

En cuanto al alcohol, que tiene una función depresora sobre el sistema nervioso, la dosis consumida es determinante para sus efectos. Una concentración de 0.05 por ciento de volumen en la sangre produce un efecto de tranquilidad y desinhibición. Pero cuando el nivel llega a 0.1 por ciento se produce falta de coordinación, con 0.3 por ciento, inconsciencia, y con 0. 5 por ciento de alcohol en la sangre, es decir, con sólo una parte en doscientas, se produce la muerte.

Antes de organizar un evento como el que causó la muerte de Marco, creo que los organizadores -y también el propio Marco, igual que todos nosotros- tenían la responsabilidad de saber que podía resultar peligroso, y de obtener la información mínima para saber hasta dónde puede llegar un “chupador” consumiendo tequila. No resulta tan difícil; cualquier médico los podría haber asesorado. Como dijo posteriormente el papá de Marco: “Es letal lo que les están dando a los muchachos, es alcohol, es como una arma”. Lástima que su hijo no lo supo a tiempo. La cultura química sí sirve para algo... sobre todo si no quiere usted pasar a formar parte de los merecedores de los premios Darwin.

Termino con un descarado anuncio: hace unos años escribí, dentro de una colección publicada por la Secretaría del Medio Ambiente y la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica, un pequeño libro, en forma de relato para jóvenes, que habla de estos temas, titulado precisamente La dosis hace el veneno. Si desea puede usted adquirirlo en las oficinas de la Sociedad, al teléfono 56-22-73-30.